Un 8 de septiembre de 1990 era violada y asesinada la joven estudiante chacarera María Soledad Morales.
Su cuerpo fue hallado días después en inmediaciones de la cancha del Club Parque Daza.
A su madre no le permitieron reconocer el cadáver ni despedirse de su hija por el estado en que se encontraba: Soledad fue violada, vejada y mutilada.
Un 14 de septiembre, un grupo de estudiantes del Colegio del Carmen y San José, institución a la que concurría la víctima, marchó en silencio para pedir justicia. No estaban solas: alumnos de otras escuelas también se sumaron a las caminatas casi solemnes.
El silencio retumbaba en toda la Argentina y el país puso sus ojos en Catamarca.
Dos sujetos, Guillermo Luque y Luis Tula, hoy libres, fueron sentenciados por la justicia. No estuvieron ante el banquillo todos los partícipes, cómplices y encubridores, ya que la investigación fue a medias.
La justicia sigue en deuda, como lo está con todas las víctimas de femicidio, cuyas familias deben golpear puertas, aguantar la modorra judicial, luchar contra los vencimientos de plazos y con un Poder Judicial que en muchas ocasiones actúa sin perspectiva de género o contra un Estado que desoye los pedidos de auxilio que terminan en cruentos femicidios.
34 años de uno de los hechos más importantes de la historia judicial y político de la provincia.
Tenía 17 años cuando la mataron, faltaban cuatro días para que cumpliera los 18 años.
Hoy, como cada año, su familia hará oficiar una misa en la Iglesia Nuestra Señora de la Merced de Villa Dolores a las 11:00 horas para rogar por el eterno descanso de Sole.